lunes, 6 de agosto de 2012

El Tren


din don din…¡Tren con destino a Barcelona está efectuando su salida por vía tres! …Din, don, din.

Abrió los ojos sobresaltada y volvió a escuchar… din don din…
¡¡Se había quedado frita!!  Para colmo ni si quiera estaba  en el andén tres sino que  una planta o a lo peor dos, la separaban de los andenes.

Había dormido poco. Los nervios naturales que precedían a su escapada la desvelaron esa noche y los mismos la habían dejado frita en la sala de espera de la estación de tren, aterrada por si la pillaban en su huida.

Ese tren era la frontera entre un nuevo hoy y un mismo ayer.

De un salto agarro su inmensa maleta, el  bolso, la bolsa, la bolsita  y comenzó la frenética carrera, mientras en su mente cundía el pánico y se agolpaban los pensamientos.

De las cincomil pesetas de las que se componía su fortuna, cuatro mil quinientas las había invertido en el billete del tren que estaba efectuando su salida y estaba a punto de perder.

Por fin había reunido la fuerza, la decisión y el empuje necesarios para coger las riendas de su propia vida. Estaba escapando de su casa. Había dejado una nota sobre la mesa:
Ni tú me aguantas a mí, ni yo a ti, me voy, no me busques. Ari.

Había cogido el autobús frente a su casa. Nada más salir se arrepintió de haber metido tantas cosas en la maleta, era un modelo antiguo de grandes dimensiones  y sin esas prácticas rueditas.
Más todavía se arrepintió cuando tuvo que cruzar toda la ciudad, subiendo y bajando escaleras de andén en andén por las múltiples estaciones de metro que la separaban de la estación central de trenes con destinos al norte.
Toda una vida soñando con  volar, por fin extendía las alas con la decisión necesaria para emprender el vuelo, todo calculado y se había quedado dormida, su sueño se escapaba delante de sus narices.

Arinai recién había cumplido los diecinueve años, era una jovencita  alta, delgada y con muy buen tipo, atlética a todas luces, estaba bien formada y  en forma. Su larga, rizada  y anárquica melena  morena llamaba la atención. Bajo ella  su rostro era dulce y confiado. Su sonrisa tenía un Don, sin embargo, Arinai no tenía conciencia de ello, su timidez había provocado ser blanco perfecto de  burlas falsas que tomo por ciertas, como negra, por culpa del color tostado de su piel o cara de caballo, no se sabe bien por qué, que le proferían sus adorables compañeros de colegio de pago, hijos de familias “bien” como se las llamaba en ese tiempo, a una de esas a la que ella misma pertenecía y estaba tratando dejar atrás.

¡Que no haya nadie en las escaleras!, ¡porfa!  ¡porfa!, que no haya nadie, pedía  aterrada al destino.
.. ¡deseo concedido!

Bajó  las escaleras de tres en tres entre golpetazo y golpetazo de maleta y bolsas que se sacudían descompasadamente  boicoteando su carrera.

¡que no esté lejos el andén tres, que no esté lejos!

En ese momento se dio cuenta de que no se  había  preocupado de buscar la ubicación del  andén, llegaba con más de hora y media  de adelanto y se sentó  en el primer banco libre que vio justo después de sacar su billete. Agotada de cargar con sus pertenencias a través  de toda la ciudad,  pensó que lo haría después de recomponerse y tranquilamente se relajo, sin saber hasta que punto lo haría.

Paró en seco a la salida de escalera y mirando al frente, creyó reconocer inmediatamente el andén tres, era el único en el que un tren estaba en movimiento, pero desconfiada buscó el número del andén para asegurarse, no había espacio para fallos. El tren seguía cogiendo velocidad, alejándose acompasadamente.
Su mente  iba como el rayo y cuando sus ojos vieron el enorme cartel con un tres  anunciándose, sus piernas ya estaban corriendo en esa dirección.

La maleta pesaba más que nunca, la cola del tren le parecía estar fuera de su alcance pero no hizo caso a sus pensamientos y sin creérselo se vio ante la escalerilla  que no paraba de alejarse mostrando la plataforma vacía del vagón cola...
No sabe muy bien de donde, pero saco las fuerzas para lanzar el maletón  que se desplomo sobre la plataforma sin  dejar espacio para sus propios pies.
Sólo  podía  correr más mientras ganaba unos segundos para el pensamiento, veía su maleta alejarse a toda velocidad.
Los segundos ganados la agitaron más pensado que su equipaje viajaría sólo, iba a quedarse sin el.
Incomprensiblemente se acelero más y de un último salto, se agarró a la barra lateral  evitando que el peso de bolso, bolsa y bolsita la desequilibrasen balanceándose. Dio  un hábil empujón  con el pié  sobre el chasis  del ya veloz vagón  y así  por el aire, se encaramó  por encima de la maleta quedando inesperadamente  inmóvil  sobre la plataforma bamboleante, el viento agitaba salvajemente su pelo.

El terror aún la poseía y buscó el letrero que anunciaba al tren desconfiando aún de no estar en el lugar correcto.

Expreso Madrid – Barcelona.

¡Deseo concedido!

Por fin pudo relajarse. Se dio entonces cuenta de que sus piernas temblaban  sin que pudiera controlarlo, empezaba a perder el equilibrio. Abrió la corredera de entrada al vagón y ni se preocupó del maletón dejándolo allí abandonado al azote del viento.
Enseguida vio sitio, el vagón estaba inesperadamente vacío. Soltó los bártulos, se sentó al lado de la ventana  y  reclino la cabeza en la misma  a la vez  que apoyaba los pies en el asiento vacío frente a ella.  La vibración de la ventana  y el traqueteo apaciguaron su alma, relajándola ipso- facto hasta que una  incontrolada sonrisa de oreja a oreja cruzo su cara derramando riadas de  alegría en su mente. Se hacía consciente de lo que  acababa de suceder.
- ¡Lo he conseguido!
- ¡Por fin!
- ¡Lo he conseguido!

Ahora sé…-pensó para si, hay que viajar ligero de equipaje, ya lo decía la canción.

Las carcajadas dieron paso a su nueva vida. El paisaje fue cogiendo velocidad y cuanto más dejaba atrás, más grande si cabe reía y en su mente crecía la certeza:

¡lo he conseguido!

La recorrió un sentimiento de libertad que nunca antes había tenido, la felicidad que lo acompañaba, tampoco.